
Ésta es parte de la colección de textos que empapeló el IES Francisco Rodríguez Marín de Osuna el día 23 de abril de 2009 para conmemorar el Día internacional del Libro. Nos gustaría ofrecérosla al completo, pero de momento, aquí van unos romances.
PÉRDIDA DE ANTEQUERA
De Antequera salió el moro
De Antequera salió el moro
Tres horas antes del día,
Con cartas en la sus manos
En que socorro pedía.
Por los campos de Archidona
Por los campos de Archidona
A grandes voces decía:
—¡Oh, buen rey, si tú supieses
Mi triste mensajería!
El rey, que venir lo vido,
El rey, que venir lo vido,
A recebirlo salía
Con tres cientos de a caballo,
La flor de la morería.
(Romance anónimo)
(Romance anónimo)
ROMANCE DE LA DONCELLA GUERRERA
En Sevilla a un sevillano
siete hijas le dio Dios,
todas siete fueron hembras
y ninguna fue varón.
A la más chiquita de ellas
A la más chiquita de ellas
le llevó la inclinación
de ir a servir a la guerra
vestidita de varón.
Al montar en el caballo
Al montar en el caballo
la espada se le cayó;
por decir, maldita sea,
dijo: maldita sea yo.
El Rey que la estaba oyendo,
El Rey que la estaba oyendo,
de amores se cautivó,
—Madre, los ojos de Marcos
son de hembra, no de varón.
—Convídala tú, hijo mío,
a los ríos a nadar,
que si ella fuese hembra
no se querrá desnudar.
Toditos los caballeros
Toditos los caballeros
se empiezan a desnudar,
y el caballero Don Marcos
se ha retirado a llorar.
Por qué llora Vd. Don Marcos,
Por qué llora Vd. Don Marcos,
por qué debo de llorar,
por un falso testimonio
que me quieren levantar.
No llores alma querida,
No llores alma querida,
no llores, mi corazón,
que eso que tú tanto sientes,
eso lo deseo yo.
(Romancero viejo)
ROMANCE DEL PRISIONERO
Que por mayo era, por mayo,
Que por mayo era, por mayo,
cuando hace la calor,
cuando los trigos encañan
y están los campos en flor,
cuando canta la calandria
y responde el ruiseñor,
cuando los enamorados
van a servir al amor;
sino yo, triste, cuitado,
que vivo en esta prisión;
que ni sé cuándo es de día
ni cuándo las noches son,
sino por una avecilla
que me cantaba el albor.
Matómela un ballestero;
déle Dios mal galardón.
(Romancero viejo)
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