viernes, 27 de noviembre de 2009


Ganadores del concurso de relato breve "Mi querida fantasma"


Aquí puedes leer los dos relatos ganadores del concurso de nuestra querida monja, escritos por Carmen Abreu Fernández, de 2º ESO-A, y Pablo Fernández Espuny, de 4º ESO-A.


LA LEYENDA DE LA MONJA, Carmen Abreu Fernández.



En el pueblo de Osuna todo el mundo, sobre todo los alumnos del instituto Francisco Rodríguez Marín, conocía la leyenda de “la monja”. Esta leyenda decía que hubo una monja en el antiguo asilo, que actualmente es el instituto, que murió y desde entonces su espíritu vaga por el edificio y aparece todas las noches. Esta historia se usa sobre todo para asustar a los alumnos recién llegados, que se lo creen todo.

Lucía llegó a Osuna en pleno invierno debido a la mudanza a la que se vio obligada su familia por el trabajo de su padre. Mudarse en 2º de ESO no es fácil y menos si tus compañeros empiezan a contarte historias sobre fantasmas que andan de acá para allá sólo por ser la nueva. Pero Lucía no creía en esas cosas y no se dejó intimidar. Al ser muy tímida no conseguía hacer amigos y esto la hacía muy vulnerable, cosa que sus compañeros usaron para hacerle la vida imposible.

Así que un día, harta de burlas e intentando ganarse un poco de respeto y admiración, hizo una apuesta con los demás diciendo que pasaría la noche en el instituto y demostraría que no existía esa tal monja. Los chicos pusieron la condición de que si la veía, le sacara una foto, así que el suceso se fijó para la noche del viernes. Lucía esperó el día con mucha tranquilidad y llegado el viernes, se escondió en un rincón y esperó a que todos los profesores salieran y los conserjes cerraran la puerta principal. Ver los pasillos tan solitarios y silenciosos le dio un poco de miedo, pero para entretenerse y esperar a que anocheciera se puso a jugar con los ordenadores. Le mandó un correo a su madre diciéndole que se estaba divirtiendo mucho en casa de su amiga, ya que le había dicho que por fin había hecho amistades y que dormiría en casa de ésta.

Estaba en la pantalla cuando oyó unos pasos que venían de fuera de la clase, del pasillo: “Será un conserje que está dando una vuelta”. Al cabo de un rato, Lucía fue al baño, y mientras se lavaba las manos, le pareció ver a alguien detrás de ella reflejado en el espejo. Giró la cabeza. Nadie.
-Está claro: estoy demasiado cansada y la cabeza me está jugando malas pasadas. Cuando salió al pasillo volvió a sentir esa especie de presencia, como si alguien a estuviera observando, y entonces la vio. Llevaba el típico hábito negro y blanco y estaba de pie en las escaleras, sonriendo malévolamente.

Al principio, Lucía se quedó en estado de “shock”, mientras su cerebro trataba de asimilar lo que había visto. Al fin reaccionó y empezó a correr todo lo rápido que pudo hacia la clase. Echó el cerrojo de la puerta y trató de tranquilizarse; no podía ser lo que ella creía. La monja.
-Esto no puede estar pasando, está claro que es mi imaginación. Pero… yo sé lo que he visto… ¡NO! Tranquilízate Lucía, tú sabes que ese tipo de cosas no existen-pensó. Se dirigió hasta su mochila y cogió la cámara, sólo por si acaso. ¿Quién la mandaría a ella meterse en el instituto de noche, solo por una panda de chavales?

Después de un largo rato tratando de calmarse y de convencerse de que no había nadie allí fuera, consiguió dormir un rato hasta que otro ruido la despertó. No sabía bien qué era, pero tenía sed y se armó de valor para ir al baño a por agua (llevándose la cámara consigo “por si las moscas”). De vuelta en la clase volvió a sentir que había alguien más allí, así que para distraerse empezó a hacerse fotos. Cuando las estaba mirando se detuvo en una en la que aparecía ella con una especie de sombra detrás. Amplió la imagen para verla mejor y se llevó tal susto que se le cayó la cámara al suelo. Era ELLA, allí sentada tranquilamente, observándola. No quería volverse o se desmayaría. Antes de llegar a la puerta, echó a correr y miando hacia atrás vio que ella la seguía; le entró aún más pánico y cuando se topó con los brazos de Jorge, el conserje, pensó que la había atrapado y todo se volvió negro.

Cuando despertó, Lucía estaba en su habitación y su madre estaba sentada en el borde de la cama. Le dijo que había hecho una estupidez al quedarse en el instituto y que cuando se chocó con Jorge, se desmayó y tuvieron que llamar a una ambulancia. En todo el camino no había parado de decir semiinconsciente: “Ella nos persigue… la he visto…”. Cuando su madre se marchó, Lucía miró las imágenes de la cámara y se quedó atónita. La foto no estaba. Desde entonces Lucía cambió, y nunca volvió a decir que no creía en las leyendas: lo había vivido en su propia piel. Prevenía a la gente, lo que le dio la fama en todo el pueblo de ser la chica que se volvió loca al ver a la monja del instituto Francisco Rodríguez Marín.





LA MONJA, Pablo Fernández Espuny


Después del último día de verano, soleado pero con mucho viento, íbamos hacia el parque, mis amigos y yo, a descansar un rato después del gran partido de esa tarde. Queríamos charlar y disfrutar antes de tener que estudiar, que ya entraba la época. De camino al parque, anocheciendo, escuchamos unos gritos que provenían del instituto, nos asustamos y echamos a correr. De repente, todas las luces de la calle y de las casas empezaron a oscilar. Nosotros, cagados de miedo, no se nos ocurrió otra cosa que saltar al instituto donde se veía una tenue luz…pero por lo menos, había luz.

Mientras saltábamos, escuchamos unos fuertes pasos rítmicos a la vez que oscilaban las luces, gritando palabras, si es que eran palabras, ininteligibles para cualquier ser humano. Nosotros, con la prisa, no nos dimos cuenta de que no había ni un alma en toda la calle y que esto ya no era ninguna tontería. Ya dentro del instituto, dejamos de oír las voces y seguimos adentrándonos siguiendo la luz, que provenía del pasillo del tercer piso, en la parte antigua del instituto. Llegamos a la puerta principal, que, casualmente estaba abierta. Nos adentramos en el pasillo y, con mucho sigilo, proseguimos nuestro camino esperando encontrarnos con alguien que nos explicase la situación.

Llegamos a las escaleras y empezamos a subir. Cada vez había más luz, pero nada, ni un sonido y la calle seguía igual. Cuando llegamos al principio de las escaleras del segundo piso, sentimos el ambiente un poco frío, como si algo inhóspito rondase en el instituto aquella noche. Y de pronto…una campanilla. Nada más el indiscutible sonido de una campanilla resonando y haciendo eco en las paredes.

Mis amigos y yo no podíamos volver atrás; no en ese momento. Empezamos a subir peldaños, uno detrás de otro, con el corazón latiendo a máxima velocidad. Quedaba poco para la larga espera de subir la escalera, esa noche se estaba transformando en un verdadero sufrimiento. Ya quedaba menos. Cinco escalones: nada menos que cinco y no queríamos levantar cabeza por el gran miedo que sentíamos. Cuatro escalones, tres, dos, un escalón nada más, respiramos hondo y levantamos el rostro todos a una. Allí estaba. En medio del pasillo un cuerpo resplandeciente de una monja, cuya historia nos habían contado pocas veces, no por miedo, sino por no darle importancia. Y allí estabamos nosotros, plantados frente a la monja sin saber qué hacer, sin saber qué pensar, pero en algún momento tendría que pasar algo.

De repente, empezó a acercarse lentamente, haciendo más luminoso el pasillo. Nosotros, paralizados como estatuas, sin saber qué hacer y sintiéndonos más fríos por dentro cada vez que la monja daba un paso. Se me acercó y me tocó el brazo con la punta de sus dedos…y de pronto, una luz cada vez mayor que oscilaba hasta la oscuridad. Me había desmayado.

Pero la mañana siguiente fue tan normal, como si no hubiese ocurrido nada. Todo esto lo hablé con mis amigos, y nunca supimos si lo que vivimos aquella noche de verano fue un sueño, o la monja existe de verdad. Esto por supuesto, nunca se lo hemos contado a nadie, faltaría más que nos tomaran por locos, pero por algo he escrito esto, para que esta historia salga a la luz y que próximas generaciones no vuelvan a entrar en el instituto de noche, si no quieren llevarse un buen susto.

2 comentarios:

carmen dijo...

Carmen, enhorabuena a ti también... Sigue escribiendo, porque...tú sí que vales...

lola brenes dijo...

enhorabuena a los dos. Me han encantado. Seguid así.
Me siento orgullosa de tener alumnos/as como vosotros en nuestro instituto.
Lola Brenes.